lunes, 1 de octubre de 2007

El libro, la pequeña herejía del siglo XXI

Fotografía tomada el 1-10-2007; Un libro en mi escritorio

Puede que el término herejía sea algo más propio del Antiguo Régimen francés, de Inquisiciones y Galileos..., pero para definir este caso, debo volver a su uso.
Se trata del fenómeno social, y que no para de crecer y extenderse a las nuevas generaciones, de rehuír al papel escrito. Esos papeles numerados por páginas que narran una historia (normalmente interesante, aunque como dice nuestra amiga madrileña, de vez en cuando Camilo José Cela eso se lo pasaba por el forro...) con sus ambientes, personajes, costumbres... ¿Qué han hecho estos escritores a los jóvenes? ¿La palabra es nociva? Como ya comentaba en el corto artículo en que contrastaba una imagen y una palabra, son los medios de comunicación. Problema. En estos tiempos que corren leer un libro no es bueno, te trastorna, cuando siempre había sido lo contrario, si exceptuamos a don Quijote (aunque teniendo en cuenta que es un personaje ficticio, es lógico). Desde Cervantes, pasando por Larra hasta Delibes o incluso más actuales. Siempre el ocio ha sido la lectura. ¿Qué es ahora? La televisión, el botellón (otro tema a debatir, el alcohol en la actualidad...)... ¿Qué ha sido de la cultura? ¿Es que Dios la ha guardado en el cajón de su mesilla y la ha quitado de nuestro alcance? Esto ya es cosa nuestra, de las tecnologías, es demasiado esfuerzo hacer algo sin ayuda de los "ceros y unos". Empezando por el vocabulario, que se debe haber quedado abandonado en una zanja en mitad del campo, pasando por la ortografía y la sintaxis y terminando con la cultura en general. Cultura que de vez en cuando puede proporcionar un libro. Y no me refiero a "Mortadelo y Filemón" (como cómic español) o "Mafalda" (como argentino), aunque el humor de vez en cuando tampoco está de más. Y existe el concepto erróneo de que todos los libros cuentan historias irrelevantes y aburridas, no es así. Un libro cuenta muchas historias, y no todos son iguales. Pasando por la novela policiaca, la amorosa, la de misterio y aventuras... no está tan mal.
Puesto a la práctica, ¿qué pasa cuando dices, "he leído un libro"? La cara de tu oyente puede ser un verdadero "Cristo" y un crisol (refiriéndose a una gran cantidad) de muecas. No se lleva, no. En cambio, si cambias un poco las palabras: "he ido a un botellón". Cambia la categoría de una forma para dejar boquiabierto al menos impresionable. Un libro es una fuente inagotable de cosas por descubrir, y sólo se descubre leyendo, en un botellón, no se aprende lo mismo, e incluso son compatibles. No me refiero a leer en un botellón (porque las condiciones visuales al rato no son muy adecuadas), pero sí alternar (¡no en un club, guarretes!).
Desde aquí comienza la campaña para introducir la lectura de los jóvenes. Y como joven que soy, me pongo como ejemplo de que se puede ser divertido y sociable y leer. La cultura no es mala, ni siquiera puede ser amenazada de guillotina.
Para concluír escribo unos versos:

Era un trozo de papel abandonado
que la suerte ha olvidado en la sombra,
no quería cumplir la casta de "intocable"
pero la escuela no escuchó su legado...

¡A leer!


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