sábado, 22 de septiembre de 2007

Caligrafía

¡Benditos ordenadores! ¿Por qué digo eso? Si ahora mismo usted estuviera leyendo esto sería casi incapaz de entender esto mismo que estoy escribiendo yo ahora con tanta legibilidad (¿existe esté término como tal?). No voy a entrar a valorar en letras ajenas, puesto que, como todos sabemos, la calidad de las letras está disminuyendo bastante. Antiguamente tanta caligrafía... ahora nada... de punta a punta (como cantaba la Pantoja). La letra femenina, tan redondita ella y la letra masculina tan estirada y cursiva se están perdiendo en el olvido. Y yo soy uno de sus causantes. Desde luego no soy el causante de todos lo problemas del mundo, pero sí que colaboro o por lo menos no los impido, como casi todo el mundo. Mi letra es realmente pésima, una caligrafía indigna de una persona de mi edad. Categóricamente, muchas veces asimilando la manera de expresarme que tengo, la gente no es capaz de entender el por qué de tan mala caligrafía. Es tan mala, que hasta llega a un extremo, en que ni siquiera es redonda, regular, cursiva... el prototipo de la letra de siempre. Aunque siempre algunos pensarán que es original. No se lo voy a negar, desde luego que lo es, pero no es una letra bonita, y yo siempre he pensado que la letra es algo que dice mucho de una persona. He probado ya muchas cosas, como escribir con la izquierda (¿o es que acaso jamás ninguno de ustedes ha pensado que podía tener la mano cambiada?), cuadernos de caligrafía... nada... mis manos son un simple ornamento. Dedos alargados, capaces de puntear bien una guitarra, palma de la mano no excesivamente grande si la comparamos con mi altura... unas manos bonitas, pero poco prácticas. Igualmente, tampoco me importa, aunque no sé si debería tranquilizarme que las letras actuales también hayan caído en picado como la mía. Me miro al espejo de mi letra y comparo con otras letras ajenas y veo un reflejo símil. Sí, así es. Se ha perdido el trazo bonito y elegante al que los antiguos maestros nos tenían acostumbrados. Parte de esto, lo hace el estrés, el querer escribir más rápido de las posibilidades propias de uno mismo. ¿Por qué escribimos tan rápido? Realmente sólo sirve para ahorrarnos unos pocos segundos, quizá escasos minutos, pero en los que no nos da ni tiempo a replantearnos lo que queremos escribir o a racionalizar lo que estamos transcribiendo. Una mente en blanco no es nada.
Desde este blog, si me lee algún padre, me gustaría que ayudase a su hijo con la caligrafía, y no cayese en el mismo error en el que he caído yo. Ahora, a mi edad, es bastante improbable que esta letra vaya a mejorar, por lo tanto, tendré que llegar con ella a la tumba (afortunadamente es el notario el que escribe el testamento, sino se iban a armar un cacao... sería interesante ver a todos los familiares intentando averiguar lo que pone el testamento sin lograr descifrarlo y acabando todo aquello en una batalla campal... y ahora que me doy cuenta, ¿eso de los testamentos no es algo ya demasiado arraigado y tribal? Bueno, creo que me he salido del tema, y este paréntesis es demasiado extenso, corto y cambio).
Por una cruzada por la caligrafía.

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